lunes, 15 de diciembre de 2008

Machina ex Machina

-¡La naturaleza es perfecta!
-No. La naturaleza es imperfectible. Pero no porque sea ya perfecta, sino porque no hay nada que podamos hacer para cambiarla. Es, en rigor, inalterable. Cuando yo moví una piedra de lugar, talé una selva completa, o subí la temperatura de un planeta en un par de grados, la naturaleza ni se inmutó; los bichos que habitaban bajo la piedra se mudarán, el suelo donde estaba la selva se erosionará y los recursos hídricos congelados del planeta (de haberlos) se derretiran: ¿Anti natura eso? Yo personalmente, me lo esperaba. Sí se perfecciona, en cambio,la tecnología. ¿Hace cuanto que al secador de pelo no se le hacen modificaciones? El secador de pelo es perfecto.

martes, 9 de diciembre de 2008

Factum 1

-¿Por qué una tecnologización del lenguaje? No hay ninguna necesidad de algo así.
-Claro que no es necesaria, como toda tecnologización. Pero su arbitrariedad es el hecho que valida el gesto. Por ejemplo: un cerebro humano es por lejos más eficiente que un computador. Tal vez el tamaño del computador puede ser muchísimo mayor al del cerebro, pero el consumo energético de uno no se compara con el del otro (esto sin mencionar la autonomía longeva del órgano y la multiplicidad insondable de sus operaciones posibles, que son impresionantes sin siquiera considerar que puede incendiar cosas a varios metros de distancia mediante misteriosos poderes mentales, tal como afirman algunos). Sin embargo, en lo arbitrario de las reducidas funciones que es capaz de llevar a cabo un computador hay una certeza muy valiosa: conocemos con precisión la clase de lo por éste computado. Mientras la mente tiene múltiples funciones (facultades), de tipo bastante diverso y algunas incluso desconocidas y por ende, no tipificadas aún, el computador hace justamente lo que sabemos que hace (los programadores con mayor precisión que los legos, imagino yo); y sería una casualidad (grande como la de la novela escrita por monos con maquinas de escribir) que alguien que programa un computador para, digamos, jugar al gato, lo programe además, sin querer, para calcular raíces cuadradas. No quedan facultades ignotas que descubrir en nuestros computadores (e.g. una conciencia o su posibilidad.).

Tecnologizar el lenguaje significaría, en este escenario, pero no exclusivamente, solucionar uno de sus mayores problemas: el de lo que se puede decir y lo que no. Una criteriología del lenguaje tecnologizado sería impensable; seria tan etérea y poco creíble como lo era la metafísica para las positivistas lógicos.

P.s.: ¡Qué buena es la analogía entre la cibernética y el sistema nervioso! Lamentablemente (para mí), ya es patrimonio inapelable de la ciencia ficción; y, peor aún (para todos), no solo de la buena.

¿Programación?

-Entonces, un hablante tecnologizado ¿hablaría como un robot?
-Ciertamente. Como uno programado para hacerlo así.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Abiótico

“El lenguaje es una cuestión viva” -se dice-, y, –agrego yo- lo vivo no es jamás tecnológico. Dicen, en efecto, que el lenguaje está vivo, aunque con el cuidado de ni siquiera insinuar que sea un ser vivo. Y lo que pasa es que ‘vivo’ se emplea de un modo absolutamente metafórico acá. Lo que se quiere decir es que el lenguaje es dinámico, que cambia en el tiempo. Esto es verdad hasta cierto punto. A lo que asistimos los estudiosos de las palabras y los ancianos cuando vemos al lenguaje moverse, es a cambios de pronunciación, que más que tener que ver con el lenguaje, tienen que ver con la forma de vivir de los hablantes. –Pero un cambio en el que un idioma se transforma en otro no es un asunto de pronunciación. Ciertamente. Pero el cambio propiamente tal somos incapaces de distinguirlo aconteciendo. Y esto no tiene que ver con que sea un cambio demasiado lento, sino con que en realidad tal cambio es, digamos, accidental. Nada en el lenguaje nos da cuenta de una necesidad de renovación y mutación (análogamente, la historicidad misma es absolutamente contingente en el hombre.).

“Se mantiene la gramática, pero lo de afuera cambia.” Esto es muy injusto, ya que se refiere al lenguaje como si al hablar pasaran cosas visibles e invisibles. Sin entrar en la contienda entre conductistas y psicologistas, hay que decir que cuando uno habla, hace una sola cosa: hablar. El descubrimiento de la gramática es subsidiario del hecho de que cuando un quechuaparlante y un árabe hablan, ambos hacen una y la misma cosa: hablar. A la gramática se la suele entender como el lenguaje universal del lenguaje; como aquello que todos estos tienen en común. Pues hay que decir, sin que se sobreinterprete, que los distintos idiomas son mucho más parecidos que diferentes.

La creencia de que las cosas son dobles no tiene asidero científico; decir que el lenguaje tiene una parte que está viva y cambia y otra que está muerta es peor que una contradicción: es no decir nada. El lenguaje tiene lugar en el aparato bucal o en la mano del escritor, y eso es lo más cerca que va a estar alguna vez de la vida.

Queda así demostrado que el lenguaje es susceptible de tecnologización; o, al menos, que el hecho de que sea un ser vivo no lo impide.

Introducción

Este blog que ahora creo será algo así como el diario de un pensamiento. En sus entregas podrán enterarse de los resultados de reflexiones mías que no pretenden hacer frente o profundizar en ninguna tradición. Es obvio que he estado leyendo mucho a Wittgenstein últimamente. Espero que su influencia no vaya más allá de el coraje que de él aprendí como para ponerme a pensar "a poto pelado", que es lo que aquí quiero hacer.

¿Por qué una tecnologización de la palabra? Esta pregunta es totalmente injusta, y hasta espuria. Mi intención es solamente pensar en algo, y no salvar al mundo; del mismo modo que Einstein no quería matar a miles de japoneses con sus investigaciones. De todas maneras, para que el lector no se sienta embaucado, se irá aclarando conforme avance el blog por qué no debemos hacer esa pregunta.

Responderé, eso sí, qué quiere decir una tecnologización de la palabra, y cuáles objetivos deberán ser cumplidos por ella; cómo se lleva a cabo este proceso. Las ventajas y desventajas que reporte la tecnologización de la palabra serán accidentales y meramente producto de consideraciones éticas de los hablantes, que quedan por mucho fuera del campo de la reflexión en torno al habla misma.

Aprovecho de aclarar de entrada que la tecnologización de la palabra no es idéntica a lenguajes para programar computadores o resolver ecuaciones, y, menos aún, a modismos para chatear; aunque puede ser el caso que se den ejemplos de avances tecnológicos del lenguaje en esos ámbitos. Más o menos en ese sentido, lo que logró, por ejemplo, el Círculo de Viena, no es más que una tecnologización de la ciencia en su faceta de discurso. Dicha faceta, argumentaban, es todo lo que la ciencia puede aspirar llegar a ser. Es por esto, creo yo, que se les llama positivistas. De este modo, tecnologizando la ciencia, que era discurso, se creía haber tecnologizado el discurso, la palabra. Lamentablemente, quedaba por probar todavía que la ciencia era un discurso, un conjunto de enunciados; y no lo era: claramente, mirar por un microscopio no es un parte de un discurso. Incluso tampoco es claro, por su parte, que el discurso sea ciencia.

El pensamiento puede entonces escurrir por esta nueva vertiente, pues aún hay trabajo por delante. Espero -y me perdonan la poca elegancia de expresarlo- que le interese a alguien el asunto y que se cree debate, que es lo único que podría legitimar o desmentir lo que diré.

M.S.